Desordenada

Me bajo en Pellegrini desordenada. Libro, celular y mochila en mano. Quise llegar al punto aparte. Empiezo a ordenarme mientras subo las escaleras. Celular en bolsillo, libro en mochila, mochila al hombro, cierro mochila y cierro bolsillo. Me encuentro una mano, aprieto fuerte el celular por fuera del bolsillo y miro para atrás. Él se hace el boludo. Me vuelvo. Cierro el bolsillo. Siento devuelta la intromisión en mi espacio personal y vuelvo a apretar el bolsillo y a mirarlo. Ya estamos todos al tanto de lo que esta pasando, el sabe que yo sé lo que está queriendo hacer, es nuestro secreto, nos hacemos los boludos. Sin dejar de apretar mi celular, con el cuerpo temblando y frío por la adrenalina termino de subir las escaleras. 
 
Llego al Starbucks. Cuando saco la tarjeta para pagar me doy cuenta que sigo temblando. Ahí reconozco que desde el episodio no paro de pensar. Estoy sacada. Necesito calmarme, bajar, sacarme esto de adentro. Miro a mi alrededor, veo un pibe. ¿Te puedo contar algo? Si, claro. Decime. A medida que iba narrando el episodio sentía como iba sacando todo el exceso de adrenalina que mi cuerpo había producido. La voz, al igual que el cuerpo, volvía a su ritmo normal, de a poco dejaba de temblar y en la cabeza ya podía empezar a distinguir los hilos de pensamiento habituales.

Llegué al laburo 9:11 am.

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