Partida y arribo




Todo el proceso de desarme de la vida argentina fue duro. Subidas y bajadas, angustias y alegrías. Mucha incertidumbre.
Cuando llegamos a Ezeiza con mi papá y mi hermano se sentía la tristeza en el aire. Papá estaba destrozado y mi hermano se tragaba la angustia. El tiempo desde que bajamos del auto hasta que pasé la barrera para hacer la fila a migraciones fue durísimo. Como dijo una sabia amiga mía ante mi pronostico fatídico de que me iba a desmayar en el aeropuerto, en ese momento estas sumamente calmado porque no terminas de entender bien qué te esta pasando.

Pasé esa barrera inundada en llanto. Pablo me hacía mimos en la espalda. En un momento me dice “cualquier cosa nos volvemos". A lo que yo le respondí “estas son las lágrimas que me quedaron de la despedida, ahora estoy sumamente feliz”. La felicidad que brota desde las entrañas cuando uno cumple un proyecto es algo increíble, es un momento de pura excitación, es un ¡Lo logramos! No puedo creer que lo hicimos...

Del vuelo de 30 horas no hay mucho que decir. Dormí bastante, amo la comida del avión y me tomé como 3 cervezas y 4 whiskys. Todo más que bien. El tema es que es un viaje largo y por momentos sentís que no vas a llegar más pero finalmente llegas.

El arribo a Japón fue extraño. La paranoia de que el tipo de migraciones se va a dar cuenta que entras al país para quedarte y que por eso te van a deportar es fuerte. Lo que viene después es puro flash. 
Son todos chinos.
Salís del aeropuerto, te tomas el tren con todos tus bártulos, la gente te mira, vos flasheas con el asiento caliente, con la limpieza del tren, con el paisaje, con que (devuelta) son todos chinos, etc.

Llegamos a casa y todo es distinto a como te lo imaginabas por las fotos. Reconoces calles y lugares que recorriste por el Google Street, te encontras con tu casa, con tu nueva vida. ¿Y ahora? Y por ahora flasheas y sonreís. Eso es lo único que podes hacer. Te preocupas por el jet lag y por ir bien al baño, te ocupas de bañarte (luego de un viaje tan largo entendes la publicidad de la aerolínea que promociona sus aviones con ducha). El jet lag no me pegó tanto. Creo que fue porque siempre me gustó mucho dormir entonces se resolvió naturalmente, me acostaba a las 10 y me levantaba a las 8, algunos días a las 7. Así hasta que nos fuimos acomodando (ahora me cuesta levantarme antes de las 11, como siempre). Ir al baño fue otra historia pero bueno, siempre me pasó en los viajes. Nada que un dulcolax no pueda solucionar. Ahora estamos bárbaros.

Primeras sensaciones corporales: claramente mi cuerpo es nipón, 
creo que es lo único que heredé junto con los pies pequeños.
El pelo, la piel, el cuerpo en general (mágicamente 
estoy más flaca, un éxito) está mejor. 

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